martes, 7 de febrero de 2012

Emoción y descontrol

Por: Lucas Bendayan

Situación única e inolvidable. Tuve la suerte de vivir la despedida de un grande. Si, un grande desde todos los aspectos, goles, humilde, grandote. Ni bien salieron a la venta las entradas para concurrir, un amigo me envió un mensaje comentándome la situación, y después de muchas discusiones decidimos dirigirnos al barrio de la boca en busca de un lugar en esa popular tan conocida en todo el mundo. Y las conseguimos, y una de mas para otro compañero que también iba a concurrir.

Y llegó nomás el día en donde el protagonista iba a escribir el último capitulo de toda su historia profesional como jugador. Todos los colectivos de líneas que se dirigían hacia el estadio parecían contratados para ello, lleno de gente con la azul y oro y cantando y con muchas ganas de que ese viaje llegue a su fin. Y cuando me baje, caminé hasta el punto de encuentro con mis amigos, pero tuve que esperar un rato largo porque al parecer dieron la vuelta al mundo y viajaron por el pasado, conocieron a Almirante Brown y Villafane que murieron hace años y luego llegaron.
Pasos y pasos, transitamos metros y metros, nos cruzamos con policías que nos indicaban el camino incorrecto, pero pudimos encontrar luego de minutos la larga fila que debíamos hacer para ingresar. Si me preguntas cuantos metros había desde el final de la cola hasta la entrada, fácil seis cuadras. Pero buen, así lamentablemente esta manejado.
Después de largos minutos en el que tuvimos el agrado de ver a el director técnico que mas le dio al club en toda la historia, y también observar pero sin admiración alguna a Jefe de gobierno actual pasando por al lado nuestro, que le grite “arréglame las cloacas” pudimos ingresar al estadio. Me olvidaba, además una periodista colombiana del medio “RCN” nos entrevistó preguntándonos si era un día “felíz o triste”. Y mi respuesta fue feliz.

Ya adentro, descontrol y emoción, fueron las palabras que describen lo que vi. No había lugar ni para apoyar los pies, tanto que encontré un espacio de escalón que tuve que agarrarme del para-avalanchas para no caerme.
El encuentro estuvo entretenido, volví a ver a jugadores como Bermudez, Cordoba, el “chicho” Serna, y principalmente al dueño de la fiesta, el máximo goleador boquense en toda la historia, Martín Palermo.
Y así fue, la fiesta se vivió y el calor se sintió. Los barras bravas pasaban por adelante mío y de mis amigos con botellas y botellas de bebida –cosa que te lo sacan los policías al entrar a las canchas- mientras que nosotros estábamos sofocados y con la boca mas seca que un rió de la zona pampeana en invierno.
Terminó el encuentro y la ceremonia y nos decidimos a retirarnos y a buscar un lugar para ingerir productos comestibles y bebibles.

Ya viéndolo desde lejos y ya pasado el evento, junto a mis compañeros podríamos haber disfrutado mucho mas si, o llegábamos antes o íbamos a otro sector de la cancha, porque todos los factores que explique antes no me dejaron pasarla de la mejor manera. Pero sin dudas, que el día 4 de febrero de 2012 no me lo voy a olvidar nunca más.