lunes, 23 de mayo de 2011
A sufrir se ha dicho - River Vs. San Lorenzo
Por Germán Gerbo
En una olla de presión caímos el sábado apenas con el encender de la radio y el domingo a este elemento de cocina se le terminó por poner la tapa, dejando en claro que hay cuatro finales, tan solo cuatro partidos que hace no tanto eran insignificantes, hoy definen el futuro de nuestra institución, puede ser para volver a una competición internacional el próximo semestre o la declinación al infierno pintando un panorama apocalíptico en El Monumental (recinto obligatorio en el cual se definirá el andar millonario para los siguientes seis meses del año).
Lo poco que se vio apenas nos dejo resquicios de individualidades que por momentos se pudieron nuclear con sus pares para generarnos dos emociones sin mucho más, con un River semi desarmado que como suele suceder en el monumental es más que el rival, pero cuando hay que concretar, el nivel disminuye y fiel al dicho “los que no haces en un arco te los hacen en el tuyo” termina con una derrota dolorosa o un empate que acalla y reprime sentimientos de ira, de frustración y de triste nostalgia hasta el próximo domingo.
Apenas dos jugadores, uno Erik Lamela que anda repitiendo las actuaciones de cada fin de semana, esta vez junto a dos delanteros que confluyeron en el gol y después casi por arte de magia, se calzó el equipo sin ese temor del choque que lo caracterizo en su advenimiento en la primera división, replegándose por momentos hacia atrás ante la pérdida del balón. Y por otro lado encontramos al tucumano Pereyra que volvió en menor medida, a ser ese mismo velocista de la línea de cal que supo ser, dedicándose estrictamente a jugar y no a esa función defensiva que se le asigno por la disposición de los jugadores en cancha.
Defensivamente se dudo en demasía, se produjeron complicaciones donde no las había, sin embargo se registraron puntos de solidez principalmente en el juvenil Gonzales Pirez, sobrecargado por la ausencia vital de Maidana. Ya para el segundo fueron menos claros esos errores para de esta forma mantener una cierta “normalidad” en este sector del campo de juego.
En el mediocampo se pudo ver la ausencia del león eterno, su llama se encontró decaída, levemente reavivada por el joven Cirigliano, de aceptable labor solucionando los pormenores de un Acevedo inactivo e intrascendente, que no supo leer el juego como ha hecho en buena parte del torneo, no recuperó ni se dedicó a realizar lo que mejor le sale (los cambios de frente y pases en cortado).
Por último en el ataque vimos dos jugadores que no coordinaron, mientras uno, cual gladiador romano peleaba a duras penas el esférico, el otro andaba atrás, en las lejanías del área planeando vaya a saber uno que. En otros momentos este segundo, hacedor del tanto millonario del partido, no alcanzaba a capitalizar los pases entregados de mediocampo debido al constante mal manejo de la pelota y poca imposición física contra el rival. Tan solo alcanzó con que en una ocasión aparezcan ambos en la misma línea para que uno persista con el envío de un centro bajo para que Carusso haga una exquisitez recordando a ídolos de la talla de Aimar y Crespo.
Para finalizar quiero defender a muerte a la identidad bajo los tres palos que tuvo dos partidos para el olvido y al igual que como hice desde la San Martín coreo su nombre, somos consientes de que Juan Pablo es un arquero enorme, que tiene unas condiciones que le permiten aparte de obsequiarnos puntos vitales, pararnos los corazones con su juego de piernas. Esta vez se te escapó por una milésima del látex que recubre tu mano, pero mi historia no te puede condenar, yo te vi darnos un campeonato, yo no me olvido, sencillamente eso.
Para finalizar el comentario unánime de lo que nos depara: “cuatro finales”
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