sábado, 25 de junio de 2011

Martín Palermo, desde la otra tribuna




Por Germán Gerbo

Cataratas de blasfemias caen sobre la humanidad de este matungo de metro noventa, las soporta y se infiltra nuevamente haciendo osadía de su presencia y sin embargo, cauteloso y letal, te vacuna ya sea con la cabeza, con los pies (porque no, los dos a la vez) y de las maneras más extravagantes posibles.
Una pregunta resonante se hace eco en todo el estadio, tanto para propios como ajenos, ¿Qué lo hace tan especial a este titánico caballero?, dicen que es la suerte, dicen que es el posicionamiento, solamente podemos afirmar que ha forjado su carrera en base a estas extrañas artes del pase a la red, aquellas por las que fue denigrado por rival y ovacionado hasta las lagrimas por los hinchas boquenses.
Es increíble que hayamos llegado a añorar alguna de tus fracturas, ya sea por un salto irresoluto y mal calculado como por una inesperada caída de un muro que te dejo inactivo por un largo tiempo. Lamentablemente esta injuria nunca se hizo presente, pero tu gol, ese maldito gol, fue inevitable…
Imposible no recordar tus locuras, las que te dieron uno de tus tantos apodos, ya sea la de teñirte el pelo totalmente platinado, errar esos fatídicos tres penales generando tu record maligno y por otro lado, las magias de tu demencia, goles de chilena, con los dos pies, de taco, de mitad de cancha (y también con la cabeza desde esa distancia), en fin, pasando por una amplísima morfología golística que nadie nunca comprenderá.
Tuviste la chance de jugar en la selección en tus últimos pasos como profesional y demostraste tener el don para acreditarte goles especiales, que marquen un hito en la historia de la selección. No borraré nunca de mi memoria aquella noche lluviosa del monumental, la intensa pared acuosa apenas podía adivinar tu figura y en la agonía de un match horriblemente jugado, tu zurda se hizo presente haciendo temblar los cimientos de una Argentina que se introducía en Sudáfrica. En tierras africanas supiste domar quince minutos de gloria, en tu primera y última aparición en mundiales para llenarnos la boca de gol, reventando cual tímpano escuchase el grito sagrado.
Optimista del gol te bautizaron y que bien que lo hicieron, se podría decir que llegó un punto en que no impresionaron tus obras de arte, tan solo luego de verlas y dejarnos atónitos decíamos “¿Cómo puede ser que este hijo de puta, con tantas operaciones, la siga metiendo así?”, sin dudas, treinta y siete años te quedan chicos para la grandeza de tu acto, y pensar que fuiste y esperemos que seas más grande aún.
Lo que siempre te voy a reprochar es ese mal manejo, simplemente la mala imagen que das del goleador, si bien incentivaste a ser un ejemplo desde tus jugadas, te faltó ese “no sé que” de movilidad que hace a jugadores especiales, únicos y vistosos. En este punto podrías haber regalado el certificado ante una mala actuación al rival.
Cuantos te han sufrido, cuantos te han odiado y amado, cuantas veces te erraste esos “goles hechos”, cuantas puteadas, patadas, codazos y agarrones has de haber padecido en todo este tiempo que te han hecho recapacitar en la tarea de: seguir metiéndola para disgusto del resto, porque así fue y será, Martín “El titán” “El Loco” “El optimista del gol” (y cuantos apodos le quieran poner) Palermo.
Minutos antes de terminar el match, la voz del estadio anuncia el veredicto y este se cumple, las lágrimas escapando de los enrojecidos ojos de los hinchas brotan, el grandulón va caminando hacia la platea de los palcos, entre abrazos y saludos se van consumiendo los últimos renglones de una historia que en un abrir y cerrar de ojos se hace el mito. La cabeza del titán es un mar de recuerdos que se suceden unos a los otros en pocos segundos y cruzando la línea de cal es el fin, se podría decir que pasó a mejor vida, que sus letalmente voraces piernas no serán más artífices de esas majestuosas obras de arte. De pie, nace la leyenda…

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