martes, 17 de mayo de 2011

SuperTríste - Boca Vs. River




Por Germán Gerbo

Dicen que el Superclásico en la Bombonera es uno de los eventos que el hombre debe presenciar en vivo antes de su defunción, más que nada por el contexto folklórico que por momentos se torna un tanto violento, pero en los últimos años, sin salirse de sus cabales gracias a determinados agentes que atentan contra el contexto reduciendo la capacidad de las tribunas y cediendo una importante cantidad de entradas a la reventa.
La tarde comenzaba temprano, subiéndome al quince para luego hacer lo propio en el ciento cincuenta y dos, el cual me dio una grata sorpresa por Palermo: En una parada se sube gente enfervorizada, pero pude notar que eran ajenos a mi devoción, al ritmo de canciones nuevas me he llevado una gran sorpresa, “oh oh, mejor me camuflo bien, son hinchas de boca”.
Ya dentro del recinto Bomboneril y bajo un marco impactante, embebido en la pasión total pero sin esforzar tanto mi voz y con la razón a flor de piel en el mismo momento en que el delirio primaba, se le dio inicio a un Match que se juega aparte de lo que es la fecha que sea.
Con la explosión del pitido final, se observo un River que era más, tocaba intentando hacer uso de las falencias defensivas del equipo Xeneize, especialmente de Insaurralde y Monzón que suelen marcar a fuerza de faltas. Lamela, única figura millonaria, hizo al cuero de pura vida, traslado como pudo y quiso, sin embargo los regates fueron en vano, ya que se encontró con dos delanteros que fueron más bajo de lo peor que podían hacer, que se dedicaron exclusivamente a ultrajar la autoridad arbitral, gatear por el verde césped y nunca se dieron cuenta que lo que tenían en los pies, no era tan solo un lujoso calzado, sino una pelota que impulsar.
El primer gol fue mortal y comenzaba a hacer olvidable la tarde para el Gran arquero JP, que como muy bien decía la parcialidad local, merece la selección. Ahí el nivel futbolístico se redujo a muy leves destellos de toque, con un Boca envalentonado y empujado por jugadores de gran partido como Mouche y Chavez, sumado a un Palermo acechados con su optimismo goleador, en un abrir y cerrar de ojos, el testazo del Titán se hacía realidad para que las ilusiones de esos cuatromil quinientos hinchas que abarrotaban la tercera bandeja sucumban ante un mísero crepitar del ataque Boquense.
Ya incursionando en el segundo tiempo, el millonario quiso a fuerza de amor propio e intentando avanzar con individualidades de Lamela, totalmente individuales. Mientras que Boca planteó un complemento de contra, defendiéndose abajo pero contra atacando con tres o cuatro jugadores de velocidad que complicaron en demasía a la defensa riverplatense que se vio desalmada, sin su eje de equilibro y con la ausencia de un volante defensivo zurdo que venía siendo de lo mejor en el equipo.
Me termino yendo con un sabor amargo del estadio más haya del resultado, lo que se vio en el verde césped fue muy pobre, la decadencia deportiva de este evento se acentúa con el correr del tiempo, se juega cada vez menos y se habla más, en todo sentido, tanto los protagonistas como nosotros, que idiotizados jugamos un duelo abstracto, queremos ver quien grita más constantemente sin ir a la par del rendimiento del equipo, atinando a que la realidad nos sea esquiva observando unas coloridas banderas y escuchando golpeteo de los bombos.
Otro clásico perdido, otra vez el partido popular, ese hecho hasta para el neutro posiciona a Boca como triunfador, sin embargo, el pedido alunizono de todos en este sentido es: “muchachos, a levantar el nivel”

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