miércoles, 2 de marzo de 2011

Viejo Querido


"ni la muerte nos va a separar, desde el cielo te voy a alentar..." en homenaje al "Negro" Fontanarrosa.

Por Germán Gerbo (The writer of the town)

Viejo, quien te ha visto y quién te ve, pensar que entre tantos frunces y marcas de la vida tuviste tu pasado de gloria que hoy se ve representado por un santuario viviente de recuerdos y anécdotas.

Apreciándote me remonto a aquellas épocas de futbol en la canchita, la que nos raspaba las rodillas y nos metía esa piedrita insoportable en el botín que nos traía a maltraer toda la tarde, porque quien iba a hablar de noventa minutos si en esa entonces, el pitazo final lo ponía el grito de nuestras madres, acudiendo a nosotros tan solo con el fin de arruinarnos ese sueño, ese de la infancia que nos complacía con un par de remeras como arcos y la número 5 con el tiento cocido que hacia rodar de manera ovalada todas nuestras ilusiones y alegrías. Es innegable lo que sabias con ella, hasta te digo, eran novios. Pasabas aquellas jornadas en el campín haciendo tus cabriolas sin que te pueda parar ni una mismísima muralla, sin que lo pueda hacer la vida misma que te mostraba su mejor faceta como si fuese tu primer gol en ese arquito imaginario, de poca monta que era único en su tipo: cada tanto mutaba su fisonomía según el recorrido del balón. Tan lleno estabas con diminutos destellos de nuestra humildad impregnada en la áspera llanura que nos cobijaba para practicar ese deporte que tanto le daba a esa vidorra que culminaba de la línea de cal para afuera, haciéndose penurias en la cotidianidad de nuestras vidas como ciudadanos.

Un día, quiso el destino, más que nada era lo que este te deparó, que tu magia desbordase el potrero para derramarse en esos verdes paisajes que solo podíamos ver en la tele de algún tío, donde los domingos por la tarde, desembocábamos todos los pibes para poder verte, ya eras la figura del pueblito, llevabas la impronta de ese diez que anhelábamos ser, buen porte, gambeteador diabólico y cabeza bien erguida a la hora de hacerle anatomía a los cuerpos defensivos.

Todavía rememoramos aquel beato día que te caíste por estos pagos con el Escarabajo resplandeciente (un lujo de burgués en esas épocas) y cuando bajaste ni te cuento, se te tiró cuanto ser humano transitase la calle, casi que te ocultaban en una marea de camisetas desplegadas aguardando ser firmadas, esperando un saludo, un abrazo, un cruce de palabras que nos haga atesorar esa retentiva imborrable, que fasto nos podíamos dar por esos tiempos de tener a los monstruos en los villorrios de origen.

Es hoy que la edad no te rinde cuentas benévolas, te encuentra a metros del recinto que te vio nacer, sentado a la sombra del techito del kiosco, con el bastón en exposición tendiendo de tu mano derecha y esa boina que te hace un personaje único, vez a los chiquitos transportar la caprichosa, ya no más esa que tan mal picaba, sino una extremadamente esférica, de marca alemana y con nombre raro, contemplás atentamente, das algún que otro adiestramiento para los jóvenes que quieren un futuro de maestría y así es como pasás el resto de tus días. Pero cuando la vez a ella sola, con la mente te imaginás, sencillamente como esta, parándote con un envión inimaginable, haciendo tronar cada milímetro de tu estructura ósea, dejando de lado a esa ayuda en forma de palo que tanta bronca le tenés, tomando carrera a duras penas entre los baches del árido terreno y ante la sorprendida mirada de los presentes ya en un estado desconocido para la raza humana, lentamente a paso truncado, pero con un ímpetu que dice “no querido, ¿viejo?, son los trapos”, uno que pide más, insaciable ante el paso de los años, se encuentra a tan solo metros de ella y sucede lo inesperado, lo que a más de uno lo dejó llorando de emoción: tira dos zancadas cual ágil canguro y se llena la pelota de pie, su mocasín revienta contra la bola colorida y esta agarra el vuelo del ave fénix, y olvídense que pare, explosivo, fugaz, magnifico, no le caben adjetivos a lo que hizo, se clava en el ángulo, el más perfecto que alguna vez se haya visto partiendo la red al mismo tiempo que el anciano se hunde en un abrazo de hermandad histórica con la gente que lo vio surgir y lo protegió y amó durante toda su existencia.

¡Viejo querido! nuestro, lindo, sagrado, vivaz, glorificado, no te vayas nunca te lo pido por dios, hacete eterno, solamente hacete eterno…

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