martes, 15 de febrero de 2011

Tristemente celebre alambrado


Por: Germán Gerbo

Muchas cosas se pueden decir de este personaje controvertido, que en este caso se van a poder divisar esos contrastes que en mi opinión se generan.
Se puede decir que este muro de metal retorcido es utilizado con el simple propósito de separar, pero al hacerlo se genera un ambiente de impunidad total, la cual puede ir desde unos simples cruces verbales en un léxico apropiado para el ámbito, donde se puede decir una indicación o un simple insulto alentador hasta el lanzamiento de objetos contundentes en forma de proyectil con el fin de impactar sobre la humanidad de un árbitro, un juez de línea, un jugador rival y hasta porque no, con o sin quererlo, a un jugador propio. Visto por los protagonistas, por sus afueras somos la fuerza de apoyo, de avance, esa que hace que “jueguen bien”, pero por otro lado son esos monstruitos amontonados en esos escalones de hormigón que cada vez son más escasos en nuestras canchas. Por otro lado están los de afuera y muy lejos, mejor llamados extranjeros, que en sus diferentes idiomas y dialectos pronuncian la palabra “caníbales” al vernos en contacto con esta pared. Por su culpa hemos visto desfilar efectivos policiales cuando los entramados ceden ante el flameo de este por parte de algunos “inadaptados de siempre”. Y hasta hemos llegado a las peores consecuencias por él, como jugar si parcialidad visitante o bajar el telón del espectáculo por un tiempo.
Pero es acá que se genera la controversia o paradoja, como usted quiera llamarlo.
El tiempo que lleva nuestro personaje postrado verticalmente interfiriendo nuestra visión total o parcialmente en los estadios de todo el país ha llegado, aunque usted no lo crea a generar algo muy lindo, algo único en el territorio local, “tierras mágicas” las definía García Márquez en sus cuentos y no estaba muy errado con respecto al ámbito del futbol. Quien podría imaginar a ese hincha desbocado entonando una serie de insultos con un nivel intelectual y verbal tan alto, si no hubiera un alambrado de por medio, quien podría imaginar una muralla de color que engalana nuestras hermosas tribunas si no hubiese un alambrado para colgarlas, como podríamos hacer para mover toneladas y toneladas de hormigón, de que papelitos pretenderíamos hablar si no habría nada por el cual pasar para tener contacto con los protagonistas, como podría nuestro superclásico ser súper, si no hubiese ese alambrado que permitiese generar locura, enfermedad , posesión por el equipo, de que fútbol hablaríamos hoy sin él.
A pesar de tanto desastre, tantos golpes y tanta violencia, el alambrado generó en algunos hinchas del domingo, un momento placentero y único, el cual es inigualable con respecto a cualquier parte del mundo.
Gracias alambrado, algo habrás hecho por el fútbol argentino.

2 comentarios:

  1. una de las notas que nunca publique.

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  2. muy buena, la verdad no hay como agitar ese metal entrelazado de manera euforica y salvaje cuando un jugador que lleva nuestro estandarte nos hace felices con eso que denominamos gol

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